sábado, octubre 28, 2006

La historia de un encuentro. Una excusa


Dicen que las amistades más fuertes nacen en la adolescencia o la niñez. Pero la nuestra, empezó en la juventud y trasciende la palabra, somos hermanas elegidas, perdura en el tiempo y atraviesa océanos.

Nos reunieron los hombres. Esos mismos hombres estuvieron, a lo largo del tiempo muchas veces, sin verse ni hablarse. Pero los estrógenos son mas fuertes que la progesterona, eso lo saben todos y está empíricamente demostrado. Nosotras de forma inversa y continua, estrechamos los lazos, los alimentamos y nos mantuvimos unidas de todas las formas posibles, sirviéndonos de la tecnología, que gracias a Dios, hace que las distancias sean imperceptibles.

La historia de este encuentro, comienza en el 98. Como todas las historias tiene un escenario. Y ese escenario fue clave en más de un sentido.

El lugar se llamaba “Pasco”, que dispara por asociación automática otro nombre: Siglotreinta.

Siglotreinta es un grupo de tango instrumental. En esa época, habían alquilado una vieja casona en Pasco y Chile, en el barrio de San Cristóbal, que oficiaba, además de un lugar para dar clases, como teatro under. Fue una época mágica para todos los que tuvimos la suerte de ser parte de ese lugar. Aún hoy, me encuentro con gente que no conozco, pero que recuerda haber estado allí en más de una velada. Se ingresaba casi con contraseña. De afuera, era una casa antigua más, pero al atravesar la puerta, como en un libro de cuentos, uno se encontraba con un lugar mágico, poblado de gente y música. En ese lugar he presenciado más de una vez, ese silencio absoluto, que solo se produce muy de vez en cuando ante una música conmovedora. Un silencio cargado de energía que llena todo. Eso no se olvida fácilmente.

Por Pasco desfilaron grandes músicos, los anónimos y los conocidos. El lugar contaba con un escenario real, porque la casa ya había sido anteriormente un teatro, con buen sonido, y un bar improvisado. Siglotreina incluso bautizó a uno de sus discos como “Boulevard Pasco”, grabación hecha in situ.

Un grupo. Un teatro. Los personajes. Como los hombres: el manager, el saxofonista y el guitarrista. Como las mujeres y quienes somos. Eli, Gisela y yo, o bien, “la Esperanza”, “la Plástica” y “la Música”.
Eli y el manager venían de larga data, pero Gise y yo comenzábamos nuestra relación con “los hombres Siglo”, el saxofonista y el guitarrista respectivamente.
La recuerdo a Gise en esa época, callada y tímida. Tengo desdibujado el primer encuentro con ella, pero con Eli…Para hablar del encuentro con Eli tengo que contar como lo conocí al manager. Recuerdo la imagen nítidamente.

Pasco tenía un pasillo de entrada, y luego un recibidor, donde estaba la barra. Ahí me encontraba yo, cuando lo veo entrar. Pintón, bronceado, hablando sin parar, comentando sobre un partido de paddle, con aires de autosuficiencia.
“Cagamos” es lo primero que pensé. Eso es lo primero que pienso cuando veo a la gente derrochando seguridad y confianza con deseos de ser entradora.

El tipo propone un asado para “reunir” a Siglo, y ese asado es con “sus” mujeres. Es fácil deducir que para los hombres “Siglo” es un acontecimiento, pero para “sus” mujeres, como para todas las mujeres, supone algo harto natural: Reunirse.

El asado es en casa. Yo imagino y me pregunto: ¿Quien puede estar con un tarado y creído como este? Una rubia tarada, al mejor estilo Prodan deduzco.
Pero verán, la vida no es tan lineal, eso es lo divertido. Y te da sorpresas. Cuando abro la puerta resignada a mi deducción que asumo obvia, no hay rubia, luce un blanco verdoso como yo, no lleva ni un gramo de pintura en la cara y hasta parece normal!!! También habla sin parar, pero ahorrándose el esfuerzo, le sale totalmente natural. Es de la clase de gente que no se cómo, nos hace sentir que la conocemos de siempre. La mina se arremanga y empieza con las ensaladas, como si estuviera en su casa. Esa escena se repetirá infinidad de veces. Con el tiempo, además confirmaré que de tarada no tiene nada, aunque a veces, sea paparula, que no es lo mismo.

Lo segundo que recuerdo de ella, es la presentación del disco de Siglo, “Jazzmines de tango” en el Club del Vino. Y la veo aún hoy, organizando todo, ella misma se encargó de comprar los jazmines que adornaban las mesas. El manager sería el cerebro, pero Eli era la gerente ejecutiva, bueno, una gerente que labura.

Me vienen luego muchos recuerdos, Eli grabando con su mejor voz de locutora (que lo es) unos cuentos leídos, para un proyecto de mi viejo, que creía haber inventado la pólvora y que como mi hermana con todo lo que emprende, estaba seguro que se venderían como “pan caliente”.

Con Gise, y otra amiga en común, también tuvimos la idea delirante de hacer unos individuales pintados a mano, que de la misma forma, anhelábamos se vendieran como en el primer alimento. Horas de taller investigando sobre materiales, técnicas etc. En fin, las ideas comerciales delirantes que fracasan, se transmiten genéticamente por si no sabían.

Han pasado muchas cosas, además de muchos años. Separaciones con los hombres de todo tipo, permanentes y momentáneas, mudanzas, viajes, despedidas y reencuentros. Hemos armado y desarmado valijas entre las tres. Con Eli estuvimos en España, yo en un intento fallido por instalarme y ella instalada…. Adivinen con quien?? Si, con el manager, que ahora es también mi amigo. Dejo de ser manager. Y tarado.

Hemos estado en tantos y disímiles escenarios… Noches, días y tardes de encuentro. Pero lo importante, es esto último. Porque ahora siento que todo al final, es una excusa. Los llantos, los desamores, las incertidumbres, las separaciones, los proyectos, los viajes, los asados, los brindis, todo es una excusa y conspira a favor para reunirnos.

Se me ocurre pensar: Que extraño…a los hombres que participaron de esta historia, la música lo ha desencontrado mas de una vez y a nosotras nos ha reunido, antes y ahora cada vez. Con Gise cantamos juntas en un coro de Murga de tipo uruguaya y compartimos el amor por el baile. Con Eli, la “religión” Cortazar. Nos sentimos un poco Esperanzas, un poco tontas y cándidas, más Esperanzas que Cronopios, de esas que no saben atarse el cordón de los zapatos y lloran sentadas en el cordón de la vereda.

Esta Esperanza, que siempre se esta riendo a carcajadas, tiene es don tan envidiable de reunir a la gente, ella siempre esta organizando cosas, como buena rusa idishe mame, armando planes, haciendo de una manera mágica que la gente se conecte. Eso solo lo consiguen las personas luminosas, o las Esperanzas paparulas.

Gise, “la Plástica” con ese corazón de oro, siempre presente, siempre dispuesta a ayudar. Mujer con corazón de niña y dedos entintados.

Cada vez más, creo que la vida dispone las fichas, como en un juego de ajedrez o un rompecabezas. Uno elige que hacer. Quizás por ceguera se nos pierdan algunas en el camino. Pero entonces, como no sentirnos plenos, con eso que elegimos y nos hace feliz.
Como no sentirnos orgullosos de algo que construimos y nos hace tan bien, esa conexión con el otro, que nos lleva por carácter transitivo a la esencia de nosotros mismos.

Eso tiene de maravilloso esta amistad. Esta triple hermandad, de códigos propios, donde muchas veces la palabra no es necesaria o somos capaces de tenerlas cuando es preciso.

Cada vez que la vida nos ofrece ese regalito de reunirnos, nosotras lo tomamos y es una fiesta. Mientras esperamos que eso suceda, nos arreglamos con los mails, con los chat, con el teléfono y con la camarita digital, para poder seguir con el rito de mirarnos a los ojos al brindar. El brindis, como el resto, es una excusa.

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